Segunda vuelta electoral en Perú: la democracia en riesgo

El pasado 10 de abril se celebraron las elecciones generales en Perú. Unas elecciones con muchas caras conocidas, entre ellas, las de dos ex presidentes, Alan García, por el APRA, y Alejandro Toledo, por Perú Posible, y la de Keiko Fujimori, primogénita del famoso ex presidente en prisión y favorita en todas las encuestas. Desde la izquierda, Verónika Mendoza lideraba el Frente Amplio, una candidatura unitaria que, a medida que avanzaba la campaña y contra los pronósticos iniciales, afianzaba sus aspiraciones de pasar a la segunda vuelta y dar la batalla al fujimorismo.

Tal y como se vaticinaba, los resultados de las elecciones dieron la victoria a Keiko Fujimori, con cerca del 40% de los votos. Finalmente, el segundo lugar fue para el empresario Pedro Pablo Kuczynski, con un 21% de los votos, quedando Verónika Mendoza en tercera posición, a menos de tres puntos de Kucynski. Una tercera posición que, a pesar de todo, es considerada un éxito para una izquierda que contaba con una baja intención de voto inicial, y que en pocas semanas ha conseguido consolidarse como segunda fuerza en el Congreso y haber estado a punto de pasar a la segunda vuelta. Y ello pese a los escasos medios económicos con los que ha contado la campaña y a los fuertes ataques recibidos de gran parte de los medios de comunicación en las semanas previas a las elecciones, en los que se sucedían las acusaciones de populismo y pro-chavismo y se sembraban dudas sobre su capacidad para gobernar y los riesgos que esta candidatura supondría para economía y la inversión extranjera. Una estrategia que desgraciadamente nos resulta familiar.

Así las cosas, en la segunda vuelta, que se celebrará el 5 de junio, competirán Keiko Fujimori, por Fuerza Popular, y Pablo Pablo Kuczynsky, por Peruanos por el Kambio (PPK).

Keiko Fujimori representa el legado de su padre: para muchos y muchas, el que acabó con el terrorismo y sacó al país de una grave crisis económica. En realidad, un dictador que desmanteló el país a golpe de corrupción y reformas neoliberales y hoy en prisión por corrupción, secuestro y crímenes de lesa humanidad y responsabilidad intelectual de las matanzas de Barrios Altos y de la Universidad La Cantuta en 1992. Por ello, al mismo tiempo, Keiko trata de marcar distancia, pues ya aprendió en las anteriores elecciones que una excesiva identificación con la dictadura de su padre puede pasarle factura. Así, ha prometido que nunca más habrá un 5 de abril (el día de 1992 que Alberto Fujimori dio el autogolpe de Estado). Es precisamente el aspecto democrático uno de los que más temor causa entre sus detractores, especialmente tras haberse hecho con el control del Congreso en la primera vuelta de las elecciones y con su hermano pequeño Kenji como el congresista más votado de Lima. Muchos advierten, así, del riesgo real de volver a un régimen absolutista y autoritario.

Kuczynsky, el conocido como el “candidato de los ricos o del establishment” por su trayectoria personal y profesional y sus vínculos con las élites económicas y empresariales, compite con un programa neoliberal y parece confiar en la fuerza del anti fujimorismo para ganar la segunda vuelta de estas elecciones.

En estas semanas, diferentes partidos y personalidades, como Mario Vargas Llosa, se han ido posicionando a favor del PPK y en contra de Keiko. Hasta el momento, el Frente Amplio ha anunciado que no apoyará a ninguna de las dos candidaturas, aunque trabajará para que no vuelva el fujimorismo. Desde algunos sectores de la izquierda consideran, sin embargo, que es necesario pronunciarse a favor del PPK para evitar el peligro de retorno del fujimorismo, exigiendo a cambio un viraje de sus políticas hacia la izquierda y la firma de una hoja de ruta política y social.

Veremos cómo se suceden los acontecimientos durante las tres semanas que quedan de campaña. Lo que sí es seguro es que en esta segunda vuelta, los peruanos y las peruanas no tienen más remedio que elegir entre neoliberalismo o neoliberalismo. Lamentable en un país en el que persisten elevados niveles de desigualdad y pobreza, consecuencia precisamente de la aplicación de políticas de corte neoliberal.