Cinco años como si nada

Están siendo estos últimos unos días de extrañas sensaciones, como si pudiéramos viajar en el tiempo. No está muy claro si estamos en noviembre de 2016, o de 2011, antes del austericidio, cuando todavía el Gobierno del Partido Popular, con Rajoy al frente, no había devastado nuestras políticas sociales y recortado derechos.

Lo vivido estos días parecía corresponder más a aquella época: porras sobre cuáles serían los nuevos ministros, especulaciones sobre si el Gobierno sería continuista o renovador, sobre los posibles guiños a sus soportes en la investidura y en el Gobierno. O lecturas que observan la existencia de un espacio de oportunidad para una agenda social más progresista en la formación del Gobierno y de los diferentes equipos en los ministerios, y que le recuerdan al Gobierno sus compromisos en materia de cooperación internacional, refugiados, agenda para el desarrollo humano y sostenible, dependencia, violencia de género…

Pero lo cierto es que estamos aquí y ahora, en 2016, y parece que no hemos aprendido lo suficiente, que no nos hemos sacudido la bisoñez, que en lugar de haber sufrido políticas implacables hubiéramos pasado cinco años como si nada.

Rajoy anunció su Gobierno sin comparecer ante los medios y la opinión pública a través de un comunicado, casi a las siete de la tarde (por si alguien esperaba un guiño al pacto por la conciliación). Gobierno continuista, Cospedal ministra de defensa, el mismo equipo económico ―Saenz de Santamaría, de Guindos, Báñez y Montoro― que orquestó (o ejecutó a la perfección) el austericidio.

Uno a uno iban cayendo los golpes que abrían espacio a una insoportable sensación de patetismo ante la ilusión de estar en noviembre de 2011, ante posibilidades de apertura. Quizá, si esta sensación es extendida, si es generalizada, permita pasar de hacer porras, de hacer cábalas y de confiar en recordatorios de compromisos a asumir posicionamientos sólidos y a tomar la iniciativa.

En nuestro (en términos políticos) pequeño y anecdótico mundo de la cooperación internacional y el desarrollo humano  y sostenible ya nos equivocamos colectivamente hace cinco años. Entonces no entendimos que nos enfrentábamos a una estrategia de desmantelamiento de la cooperación. Situémonos en 2016, y no caigamos en el mismo error.